lunes, 28 de octubre de 2013

Condéname (II)


Poco a poco tomo conciencia de mí. No estoy muerta ¿Por qué? Esa pregunta no deja de rondar mi mente.

Abro los ojos e intento incorporarme pero no puedo, mi cuerpo pesa demasiado y mis músculos no responden a mis órdenes, me siento débil. Miro hacia arriba y un bello dosel con cortinas de un precioso brocado marfil deleitan mi vista, las columnas de madera bellamente talladas simulan rosas y enredaderas. Tengo ganas de mirar cómo será el cabecero pero no puedo moverme. Mis manos sienten una suavidad irreal, las sábanas parecen ser de satén.

A través del enorme ventanal que preside la habitación puedo ver que es de noche, sus puertas están cerradas, tan sólo el fuego que crepita en la majestuosa chimenea y una vela junto a la cama rompen la oscuridad que baña este lugar.

Puedo ver una figura junto a la cama, se quién es pero ¿cómo ha entrado? La puerta y el balcón han permanecido cerrados todo el tiempo, tal vez estuviese ahí siempre. Sus oscuros ojos me miran impasibles, no puedo ver a través de él pero siento como si su mirada atravesase todo mi ser hasta llegar a los pensamientos más profundos que me corroen.

-He cruzado océanos de tiempo hasta encontrarte-. Me dice calmadamente.- No quería dejarte en ese estado de debilidad pero temía que escapases al despertar.

Su voz es tan profunda, trae a mí recuerdos de algo prohibido, una sensualidad que se pierde en el tiempo.
“Estoy encadenada a ti” quiero decirle, pero no puedo articular palabra y ellas se quedan en un simple pensamiento.

-Te sientes débil, tienes hambre, he bebido tanto de tu sangre que apenas puedes moverte y yo ¿qué debo hacer ahora? ¿Debo dejarte seguir viviendo como mortal y ver cómo te consumes o debo darte de mi sangre para poder pasar contigo toda la eternidad? Voy a darte la oportunidad que a mí no me dieron, la oportunidad de escoger.

Se acerca a mí y me ayuda a incorporarme, lleva en la mano una copa que antes no había visto.

-Bebe, te dará fuerzas.

Está bueno, sabe a frutas. Poco a poco noto que recobro las fuerzas perdidas. No aparta su vista de mí, no me suelta, me mantiene abrazada como si tuviese miedo.

-No voy a huir de ti. Sé que no me harías daño.

Me mira fijamente, en sus ojos veo un destello de alivio pero aún recela, no sabe si confiar en mí.  

-Quiero pasar mi eternidad contigo. Condéname. 

2 comentarios:

  1. esas dos frases tan míticas y significativas para los amantes del vampirismo le han puesto la guinda al pastel *.* que potito!

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