Poco a poco tomo conciencia de mí. No estoy muerta ¿Por qué?
Esa pregunta no deja de rondar mi mente.
Abro los ojos e intento incorporarme pero no puedo, mi
cuerpo pesa demasiado y mis músculos no responden a mis órdenes, me siento
débil. Miro hacia arriba y un bello dosel con cortinas de un precioso brocado
marfil deleitan mi vista, las columnas de madera bellamente talladas simulan
rosas y enredaderas. Tengo ganas de mirar cómo será el cabecero pero no puedo
moverme. Mis manos sienten una suavidad irreal, las sábanas parecen ser de
satén.
A través del enorme ventanal que preside la habitación puedo
ver que es de noche, sus puertas están cerradas, tan sólo el fuego que crepita
en la majestuosa chimenea y una vela junto a la cama rompen la oscuridad que
baña este lugar.
Puedo ver una figura junto a la cama, se quién es pero ¿cómo
ha entrado? La puerta y el balcón han permanecido cerrados todo el tiempo, tal
vez estuviese ahí siempre. Sus oscuros ojos me miran impasibles, no puedo ver a
través de él pero siento como si su mirada atravesase todo mi ser hasta llegar
a los pensamientos más profundos que me corroen.
-He cruzado océanos de tiempo hasta encontrarte-. Me dice
calmadamente.- No quería dejarte en ese estado de debilidad pero temía que escapases
al despertar.
Su voz es tan profunda, trae a mí recuerdos de algo
prohibido, una sensualidad que se pierde en el tiempo.
“Estoy encadenada a ti” quiero decirle, pero no puedo
articular palabra y ellas se quedan en un simple pensamiento.
-Te sientes débil, tienes hambre, he bebido tanto de tu
sangre que apenas puedes moverte y yo ¿qué debo hacer ahora? ¿Debo dejarte
seguir viviendo como mortal y ver cómo te consumes o debo darte de mi sangre
para poder pasar contigo toda la eternidad? Voy a darte la oportunidad que a mí
no me dieron, la oportunidad de escoger.
Se acerca a mí y me ayuda a incorporarme, lleva en la mano
una copa que antes no había visto.
-Bebe, te dará fuerzas.
Está bueno, sabe a frutas. Poco a poco noto que recobro las
fuerzas perdidas. No aparta su vista de mí, no me suelta, me mantiene abrazada
como si tuviese miedo.
-No voy a huir de ti. Sé que no me harías daño.
Me mira fijamente, en sus ojos veo un destello de alivio
pero aún recela, no sabe si confiar en mí.
-Quiero pasar mi eternidad contigo. Condéname.
esas dos frases tan míticas y significativas para los amantes del vampirismo le han puesto la guinda al pastel *.* que potito!
ResponderEliminarHay que rendirle tributo a los maestros ^^
Eliminar