Y fue entonces cuando te vi. Tan sólo una sombra en mitad de
la oscura calle, enigmática figura inmortal.
Mi respiración se convierte en blanco vapor, el frío de la
noche cala mis huesos, el ruido de la ciudad se escucha incesante pero yo sólo
puedo oír el latido de mi corazón inquieto e impaciente por tu sola presencia.
No puedo moverme, paralizada me encuentro bajo tu intensa
mirada oscura. Alto e imponente te alzas ante mí, tu pelo largo a merced del
viento de la noche. No haces nada, no dices nada, tan sólo miras. Me miras a
mí, una simple mortal que pronto habrá de convertirse en tu presa pero eso no
me importa, tal es mi cautiverio ante ti.
Inmóvil observo cómo te acercas lentamente hacia mí, tus
pasos carentes de sonido alguno hacen que mi corazón palpite con más fuerza en
mi pecho, ansioso por ti. Mi respiración se acelera y noto como mi cuerpo te
anhela. Sé que fuiste tú aquel que durante tanto tiempo ha estado velando por
mí, aquel que me hacía sentir segura después de aquella trágica noche, podía
sentir tu presencia en las sombras. ¿Por qué has decidido darle fin a mi vida
ahora? No consigo entenderlo, mi mente no reacciona ante ti, no puedo pensar en
nada más que en tu cautivadora imagen.
A pocos centímetros de mí detienes tus pasos, alzas tu mano
a mi mejilla y con delicadeza levantas mi cabeza hasta que mi mirada se une a
la tuya. Mi respiración se acelera, en tus ojos veo el deseo, ese deseo que
comparto por ti. Tus labios entreabiertos aspiran el aroma de mi sangre con
ansia. ¿Te sientes impaciente? Yo también.
Despacio desciendes hasta que siento tu aliento en mis labios,
quiero besarte pero sé que tú no lo harás. Inmóvil espero que hagas algo pero
tus ojos siguen fijos en mi mirada, apresándome. Lentamente, matándome de
impaciencia por dentro, disfrutando de este momento, prosigues tu descenso. Tus
labios rozan mi mejilla, la línea de mi rostro hasta llegar a mi cuello, en el
que mi vena palpita esperando a que tus colmillos desgarren la piel que impide
que mi sangre mane para ti.
Tu mano acuna mi cabeza mientras tus dedos se enredan en mi
pelo, la otra descansa en mi cintura, dándome la seguridad que necesito. Siento
tus labios besan dulcemente mi cuello, me produce un escalofrío que me recorre
todo el cuerpo. Esos labios dan paso a
tu lengua que acaricia con deseo el lugar donde clavarás tus colmillos. Espero
impaciente el momento en que lo hagas, ya no puedo resistirme más.
Algo lacerante se siente en mi cuello, tus colmillos se
entierran en mi piel y bebes ansioso mi sangre. Me rodeas con tus brazos para
evitar mi caída mientras que yo me hundo en una espiral de placer sin límite.
Siento que poco a poco pierdo el sentido, la realidad se disipa de mi mente. ¿Voy
a morir? No me importa si es en tus brazos.
Un estado de letargo se apodera de mí. ¿Es esto la muerte?
No lo sé. Lo último que siento son tus brazos levantándome del suelo
abrazándome contra tu pecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario